Anoche

Ultimamente duermo mal. Me despierto en mitad de la noche desconcertada sin saber por qué, qué he soñado o qué se me pasará por la cabeza para que me quite el sueño.
Siempre he sido de sueño fácil; me tumbaba en la cama, cerraba los ojos y me inventaba alguna historia mientras llegaba el sueño. Era tan poco lo que tardaba en dormirme que para completar una de estas invenciones de antes de dormirme me hacían falta más de 15 noches y, al fin y al cabo, las historias sólo podrían llegar a ocupar en papel dos o tres páginas.
Ahora me despierto con una mosca que vuela y con el corazón latiendo con tanta fuerza que parece el propio latido del colchón, como si tuviese vida propia. Vuelvo a cerrar los ojos pero no funciona, comienzo a inventar una historia y la acabo y luego otra y otra… el colchón sigue latiendo, las sábanas se me agarran a la espalda, me doy la vuelta, la almohada me tortura el cuello, me vuelvo a dar la vuelta, tengo los pies fríos, el edredón se ha subido, me incorporo, pongo la almohada en su sitio, me tapo los pies, vuelvo a tumbarme, sigue el pumpumpum…
Anoche tras una pesadilla volví a darle vida a mi colchón y estuve más de dos horas en vela. Al final caí dormida, derrotada de tanta lucha con la almohada, las sábanas y mi propio cuerpo y, de nuevo, desconcertada con la sensación de haber ganado el sueño y perdido algunas historias.